El intrépido enamorado de la Luna

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cada ada vez se aburría más y aunque no le contaba a nadie sus penas, sus ojos lucían sin brillo, no eran los de antes, pues por más enamorado que estuviera extrañaba su antigua casa, sobre todo; trepar montañas, cazar aves, engañar a los hombres, entre otras cosas. También recordó todas las dificultades que se le presentaron cuando decidió ir en busca de su amada para declararle su amor. Sin embargo estaba a punto de abandonarla o proponerle ir a vivir juntos en los campos de abajo, pero se rascó la cabeza tres veces y se dijo: “¡Eso es imposible!”

Nuestro amigo tenía razón, pues ocurrirían muchos desastres si ella bajara, ya que pertenece al mundo de arriba, luce bonita y redondita, su sitio es con los dioses. Luego él le haría conocer su decisión, más ella ya sabía lo que el gran pequeño zorro sentía y deseaba. En todo momento la bella luna mostró comprensión, no se podía quejar, la habían pasado muy bien, se divirtieron muchísimo…, estaba muy, muy, pero muy apenada, se había encariñado tanto con aquel compañero, sus ocurrencias, piropos y travesuras lograron conquistarla, pero a pesar de sus sentimientos, entendió que debía dejarlo ir, no podía, ni quería obligarlo a quedarse a su lado. Entonces, se le ocurrió darle un regalo mágico y le consultó si quería regresar a su hogar con su mismo ropaje o tal vez, elegir otro, pues abajo todo estaba cambiado, habían transcurrido millones y millones de años, desde el momento en que salió de su casa Y sin esperar respuesta alguna, le enseñó una caja dorada como el sol en la que guardaba muchos trajes de diversos animales, y luego preguntó:

-¿Cuál elegirás…?

El animal se quedó asombrado y, por unos instantes, vinieron a su mente muchas imágenes de sus vivencias en su antiguo hogar, como por ejemplo, las palizas recibidas, el hambre y la soledad en que a veces se había encontrado, asimismo recordó los gratos momentos compartidos con sus amigos y la poca, pero muy poca ayuda de parte de los humanos. Este era un momento importante para él y no lo pensó más, así que decidió bajar transformado y, aunque le dio algo de pena, siguió adelante con su decisión, porque anhelaba vivir en paz, pero sobretodo que lo respeten y entiendan.

Así pues una noche de luna llena el animal se despidió de su amada amiga y protectora, esta vez con un bello traje de color plata. Lucía elegante y esbelto. Bajó trotando de montaña en montaña, descansando, descansando, sereno, ágil y firme se iba alejando de la que un día amó con harta devoción. A pesar de tener miedo y para tranquilizarse repitió varias veces: “¡Todo va bien!”, seguramente su nerviosismo era debido a que, en años no se había relacionado con los de su especie, ni mucho menos con humanos. Por momentos hasta pensaba en regresar, pero de pronto escuchó gritos y se fue acercando hasta llegar a donde estaban los dueños de aquellas voces que habían salido a cazar. Sin embargo al verlo se maravillaron, enseguida guardaron sus armas, se acercaron lentamente y saludaron al recién llegado muy sonrientes con unas palmadas en el lomo, más el hermoso caballo plateado respondió con un largo ¡hiiiiiiiiiiiiiii…! de aceptación y felicidad. Y desde aquel momento, bajo la luz de la luna, animal y hombre se sintieron protegidos.

Roxana Hoces Montes

02/07/2016

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